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Las cosas de mi pueblo - festividad de todos los Santos

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La festividad de Todos los Santos en Castellar.

En el umbral de Noviembre, plenitud otoñal. La naturaleza acusa el desgaste canicular. Campos resecos y agostados. Adiós a los alegres y luminosos días estivales, que se transforman en otros de atardeceres grises y anodinos. Si los cielos son propicios, volverán a reverdecer y nuestros labradores efectuaran una buena simienza. "Dichoso el mes que empieza por todos los santos y acaba con San Andrés."

Comienza el mes. Vuelven las festividades de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, muy arraigadas en la localidad. Recordamos a quienes nos precedieron en su paso por este mundo y esperan la resurrección la eterna.

En la comarca existen tradiciones relacionadas con estas conmemoraciones no exentas de una buena dosis de superstición, reveladoras de nuestro caminar en el tiempo y que se corresponden con otras de igual cariz.

Día aparentemente triste. El camposanto aparece teñido de los colores que le dedican las flores convirtiéndolo en efímero jardín. A la anochecida, se inundan los domicilios con la luz que desprenden las "mariposas", marineros en tazones u otros recipientes llenos de aceite donde flotan para con su luz, "enseñar el camino a los "finaos"

El camino al cementerio es un continuo trasiego de personas que de forma más directa recuerdan a deudos y seres que se fueron. Encontramos a familias portadoras de cestas y canastas repletas de crisantemos, claveles, gladiolos y sencillos ramilletes de flores que les ofrecen nuestros campos. Aun se ven humildes y artísticos faroles de hierro, que en la noche, con su luz darán testimonio de esperanza.

Salen a la luz tradiciones comarcanas. Las cerraduras en las puertas de las viviendas son tapadas por la vecindad con las "gachas" sobrantes de la cena. Se tiene la creencia que al paso de la procesión de los espíritus a la media noche, penetran en las casas y acarrean algún infortunio a sus moradores. Estos actuaban con sentimiento mágico y protector

Desapareció la costumbre que existía en esta vigilia de Todos los Santos: las campanas de la parroquia con monótono doblar toda la noche, velan sueños y ensoñaciones. En el campanario se observa el ajetreo y la bulla de las personas encargadas de este menester. Monagos pertrechados con artísticos escriños y canastos, recorren las calles, solicitando al vecindario un viático para los doblaores o tocaores a fin de reponer fuerzas y no desfallezcan en esta actividad mientras la vigilia. A veces de "estrangi" se filtra algún "refresco que suaviza los ánimos".

Tremendas las noches que narra Gustavo Adolfo Becquer en sus Rimas y Leyendas. Entre otras el Miserere o el Monte de las Animas las recuerdan. Siempre será amena su lectura. Destaca una tradición apenas conocida. Consistía en "vestir de limpio". el lecho donde el pariente pasó a mejor vida en la creencia que esa noche regresaría del más allá a dormir en ella tan " agustico".

Reunidos al amor de la lumbre, en el "hogueril" donde arde la gruesa tocona de un centenario olivo, acaba el Rosario y se reza a las Animas Benditas. Mientras que en sus brasas se asa una calabaza o carruécano; castañas asadas en un caldero con fondo agujereado para que se hagan mejor. "Moñatos" que serían consumidos en la cena. Después, en la sobremesa se comentan fantásticas historias más o menos creíbles, que dependen de la imaginación del narrador, para sentir un malestar especial. Después, el miedo se apoderaría de nosotros. Todas tenían relación con los difuntos y sus apariciones a los deudos para hacerles alguna recomendación. Una de ellas, narrada en aquel ambiente, contaba que en un domicilio de la localidad se escuchaban ruidos extraños. Interpelado a que se manifestara el autor de los mismos, este les indicó que acudieran a su tumba y le quitaran una horquilla que en la cabeza le estaba molestando.

Un matrimonio mientras descansa, escucha un repetido jaleo de ruidos en las cámaras de su casa. La pareja después de pensárselo mucho, subió para averiguar su origen, con sorpresa descubrió que su autor era un gato que había metido la cabeza en un puchero y no la podía sacar.

Otra pareja de honrados menestrales, asimismo dados al reposo, en una tétrica noche de difuntos, notaban un acompasado golpeteo proveniente de las dependencias superiores a la estancia. Al subir tras muchas cavilaciones a comprobar a qué era debido, observaron que aquellos sobrecogedores y lúgubres porrascazos los causaban los melones que pendían colgados del techo, originados por la podredumbre de los cabos que colgaban.

Perdura la costumbre prohibitiva entre las amas de casa consistente en aviar la temida "ajoharina" el día que sucediera algún fallecimiento, por creer que el difunto "metía la pata dentro de la sartén" .Ocurrencia de algún cachondo al que este plato no era santo de su devoción. "Mama, no hagas hoy "ajuarina", que se ha muerto fulanico" decían los chiquillos. En en esta creencia la señora disponía otro menú. i i i Imagínense i i i

Existe una gastronomía popular acerca de estas celebraciones. La más arraigada son las "gachas de todos los Santos", elaboradas con harina de trigo tostada, leche, anís, unas ramitas de canela adornadas con tostones de pan frito. Se considera que están en su punto, cuando se introduce una cuchara, y la misma se mantiene en posición vertical. El arroz con leche. Los "Guñelos" de viento, huesos de santo y un completo etcétera que endulzan estas festividades.

La anécdota jocosa la protagoniza una oronda calabaza, despojada de su pulpa, en cuya corteza se recorta el hueco de una cara. Iluminada por una vela introducida dentro, simula una calavera. Colocada en lugar oscuro, propinaba un buen susto al viandante que no se esperaba este espantajo.

Mes en que es usanza reponer la obra teatral "Don Juan Tenorio". Drama religioso fantástico de Don José Zorrilla, que consistía en la apuesta de éste con Don Luis Mejía, y trataba sobre "quién de los dos sabría obrar peor con mayor fortuna durante un año, y quién de ellos se batía en mas duelos y seducía a mas doncellas".

Gradualmente avanza la "otoñá". Apunta la escarcha y el frio se va aposentando. Se aproxima la aceituna que se arruga y revela la escasez de agua. Menester será que se abran los cielos y empapen los campos impregnando el ambiente con su aroma a tierra mojada, mientras aguardamos que los cielos nos regalen el líquido elemento que tan necesario es.

Roguemos porque la amenazante Pandemia desaparezca, y podamos disfrutar de nuestras familias. Mientras, respetemos las disposiciones que por nuestra salud decreta la autoridad.

Me uno a la exclamación de Castellar cuando recibe a la Madre de Consolación:

i i i Agua, Madre mía i i i

Castellariego 

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